Cercana al Cuzco, remontando el Urubamba, hallábase una ciudad de piedra rodeada de selva que los indios cuidaban con celo extremo. Tanto, que español no hay que haya dado con ella.
Llegados a 1911, Hiram Bingham un entusiasta profesor de historia norteamericano, siguiendo informaciones previas tomó la ruta hacia la fortaleza de Machu Picchu.
Llevaba una cámara Kodak con la que registró todos los avatares de la travesía, que fueron muchos, y documentó su trabajo.
El sitio era bien conocido por los habitantes del lugar, familias que usaban los andenes de la ciudad inca para sus cultivos. Hay referencias de 1902, de un arrendatario cusqueño que ofició de guía hacia la ciudadela a otros viajantes. Es decir, la ciudad perdida era un secreto a voces.
Bingham, al llegar quedó maravillado y de inmediato gestionó auspicios para iniciar el estudio arqueológico del lugar. De 1912 hasta 1915, se ejecutaron los trabajos de desmalezamiento y excavación. En 1913, Machu Picchu se dio a conocer al mundo a través de una publicación en la revista de National Geographic.