Nuestro guía espiritual sostiene suavemente el huaco entre sus manos. Una pareja amante se desfoga el uno en la otra. Nuestro guía sacude el huaco con la misma intensidad con que lo hacen los amantes de barro, sigue el ritmo de sus cuerpos que juegan, cada tanto acelera, se detiene apenas, gime y vuelve a retomar el compás de los cuerpos, mientras su frente se puebla de gotas de sudoración y la respiración se entrecorta. El frenesí invade el propio cuerpo de nuestro guía que se hace uno con los amantes de barro, se sacude, grita. Del huaco se derrama un líquido espeso y blanco, la tierra seca de tanto sol lo absorbe sedienta. Los ojos de nuestro chamán miran desorbitados hacia lo que parece vacío pero que está habitado por nuestros dioses. Ellos están felices, nos darán buena cosecha. ¶

De estos objetos fabricados con amor por el detalle he visto muchos y en variadas posturas, por completo escandalosas y carentes de todo pudor. Los huacos, que así le llaman a estos vasos hechos de barro y desvergüenza, fueron obra de un pueblo de salvajes ya extinto que habitaba las costas norteñas del Perú antes del Inca.
Si no fueran tan objetables y explícitas sus formas, podríase decir que los dichos moches tenían cierta gracia en modelar sus idolillos.
No puedo deciros con verdad de qué manera utilizaban estos trastos, pero basta poner a trabajar la mente e imaginar los filtros amorosos de los que eran recipiente, la lascivia que desataban al pasar por la garganta de esos salvajes, varones y hembras por igual, entregados y revueltos en una bacanal de desenfreno en estas tierras aún entonces faltas de catolicidad.  

HUACO ERÓTICO. Cultura mochica.

Siglos II a VII d. C.
Valle del río Moche, costa norte (actual Perú).