Al cuarto día de celebración el sumo sacerdote apuró de un trago el líquido sagrado que se maceraba en la vasijilla. Antes de salir de su celda hacia el patio de ceremonias, otro sacerdote le tendió un brazo tierno de wachuma para que llevara a modo de báculo. En el corredor oscuro, el brebaje de los dioses empezaba a hacer efecto.
Por cada inhalación y exhalación, las pupilas de sus ojos pardos se dilataban y le permitían penetrar las tinieblas como lo haría un felino en plena selva. Le moqueaba la nariz de tanto respirar ese aire andino que sentía más puro que de costumbre. Podía oler con precisión las partes más ocultas del joven sacerdote que lo secundaba. Dentro de su cabeza reptaban maquinaciones prístinas, ideas nunca antes pensadas por nadie, imágenes que se manifestaban por primera vez.
Al llegar al patio circular el sumo sacerdote mostraba en su rostro el viaje alucinado por el amazonas de su mente. Las puntas de sus garras dejaban marcas en la tierra húmeda, su cola dorada hermosamente moteada acompañaba su carrera como las astas de un molino. Un rugido atroz estremeció a la concurrencia, a través del sumo sacerdote hablaba el dios jaguar.

En un sitio llamado Chavín de Huantar, al pie de la sierra norte del Perú, se llega a lomo de mula a un castillo construido de piedras muy labradas y de notable grandeza. Habitado en el pasado por monjes de una religión extraña era santuario y guaca donde indios de todas partes peregrinaban como si fuera tierra santa. Algunas paredes están ornadas con unas cabezas del tamaño de calabazas, hechas de una piedra sola. Están fijadas en el muro a buena altura para que sean vistas por todos los que allí visitan. Las hay cabezas de hombres principales pero muchas son bestias fieras como pumas, culebras, águilas, caimanes y sierpes fabulosas. Son guardianes del templo como si fueran gárgolas de una catedral. La gente de aquí dice que al ave le corresponde el mundo de los cielos; al felino, el reino terreno, y las serpientes regulan el mundo de abajo.
Los monjes antiguos que moraban el santuario eran gente muy sabia y poderosa y su casta tirana agotaba a los infelices que labraban la tierra y los animales criaban por ellos. ¶ 

– El sol te ha hecho mal, caminante, y te ha producido un desmayo. 
– Pero… yo maté un chahuar y…
– Es muy fuerte este sol. Has debido soñar cosas.
– … y había una muchacha, tu hija… y…
– No tengo hijas. Mejor sigue tu camino.
– Sí, mejor me voy. ¶ 

CABEZA CLAVA. Cultura chavín.

Horizonte Temprano (1200 a. C. – 400 a. C.)
Ciudad de Chavín de Huántar en confluencia de los ríos Huachecsa y Mosna, cuenca alta del río Marañón (actual Perú).